viernes, 12 de febrero de 2010

La vida no es igual (parte 2)

Pues finalmente la inundación en estas tierras donde, gracias a dios, aún me toca trabajar, no fue tan grave comparádola con la de otros sitios como la Colonia Arenal, Valle de Aragón o allá en Chalco (ni qué decir de lo que ocurrió en Michoacán) . En la calle donde se encuentra el despacho el agua tan solo alcanzó los 40-50 centímetros de altura, lo cual no es nada comparado con los 1.50 a 2.00 m que reportan alcanzó en otros lugares.
Los casi dos días que quedé varado en este lugar, fueron una probadita de lo que miles de personas sufrieron durante esta emergencia, fue como si de pronto el destino me diera la oportunidad de sentir en carne propia, aunque fuera por unas horas, lo que significa ser y saberse damnificado. Con poca agua, sin alimento y sin poder salir de aquí, el final del segundo día fue angustiante, las calles habían comenzado a secarse de manera natural, el nivel del agua bajaba muy lentamente y los vecinos trabajaban duramente en sacar el agua de sus hogares. Muchas calles seguian anegadas y la mayoría bloqueadas por vehículos del lugar, quizá tratando de que nadie pasara frente a sus casas y metiera de nuevo el agua que con tanto trabajo sacaran durante el día, pues aunque las banquetas poco a poco se volvían visibles y algunas ya estaban secas por el sol, las calles seguian llenas hasta la altura de las banquetas. 

Y ahi quedé detenido hasta que comenzó a llegar la ayuda. Camionetas del gobierno municipal arribaban con bolsas de plástico que contenían una torta, una fruta y un tetrapack con un cuarto de litro de agua de sabor a fruta; la gente comenzaba a desesperarse y deteniendo las camionetas exigía se les ayudara a desasolvar y limpiar sus calles, casas, negocios, etc. pedían alimento, agua, lo básico. Afortunadamente para mí, equipos vactor comenzaban a bombear el agua en el cruce de las calles por las que habría de salir, sin su labor, me hubiera quedado mas tiempo atorado. Al fin logré salir, no sin antes pagar mi cuota en uno de los retenes que la gente había colocado para controlar el paso de vehículos hacia su colonia, tampoco entendí esto, pero apenas unas cuadras adelante el mundo parecía el mismo de siempre, mas no para mí, que con gusto hubiera regresado a  ayudarles a los vecinos, si hubiera tenido los recursos y mi espalda estuviera sana.


Habitar en una zona de riesgo es una de las situaciones más difíciles de vivir, pues tarde o temprano, sabemos que, si no se hace algo, volverá a ocurrir lo mismo. "No hay nada que tenga mas memoria que un río" recita un viejo dicho, así que vivir cerca de uno es encontrarse bajo constante peligro; por una u otra causa, se permitió que personas se asentaran en estos lugares y habría que ponerle solución de inmediato, o al menos esto es lo que muchas familias desearían para su futuro cercano o no tan cercano, aunque fuera para que sus nietos tuvieran un patrimonio al que no tuvieran que desasolvar cada que la capacidad de los ríos de aguas negras se viera rebasada. Desgraciadamente, parece que a los de abajo nos toca sufrir, pues no hay manera de escapar, ni parece haber gente a la que le importe ponerle solución a estos problemas.

Así es, a veces la vida no es igual y a veces la vida te obliga a detenerte, valorar lo que tienes, discernir entre lo que es efímero de lo que verdaderamente importa, te enseña a caerte y volverte a levantar. Doy gracias a la vida por esta experiencia que me ayudó a detenerme en silencio y pensar.

jueves, 4 de febrero de 2010

La vida no es igual

"Qué bonito es caminar
Cuando tienes arena en los pies
Pero cuando caminas entre vidrios
La vida no es igual"

Saúl Hernández, Jaguares 2001

No precisamente entre vidrios, pero caminar en banquetas cubiertas de aguas negras, no es de lo mas agradable que digamos y es que después de lo que me sucedió el día de hoy gracias a las intensas lluvias que cayeron en la Ciudad de México.

Todo comenzó por la mañana, después de que por dos días seguidos  llovió en cantidades atípicas, y como suele  suceder últimamente en esta  ciudad, el caos reinó todo el día... resulta que tenía que llegar temprano a una citade trabajo y el famoso "metro" tardaba en pasar entre diez y quince  minutos, ocasionando que al ser "hora pico" los vagones fueran atestados  y que un viaje que debería durar alrededor de una hora, duró casi dos. Pero bueno eso no es extraordinario, el problema es que estoy  convaleciente de una lesión en la espalda y era la primera vez que me  atrevía a viajar en esas condiciones. Finalmente la cita no se concretó,  ni dio resultados, bueno si, pero no. Terminé cansado, pero afortunadamente la lesión no se reavivó.

Después comencé a escuchar las noticias por la radio, sobre severas inundaciones en la parte oriente de la ciudad, todas muy cercanas a mi lugar de trabajo, pero ninguna en la zona, me cercioré de que podría llegar sin problemas llamándole a uno de los compañeros de trabajo que vive más cerca, confirmándome que se podía acceder sin problemas al lugar. Así que, muy responsable yo, me fui a trabajar a pesar de los consejos de mi madre de que no asistiera si no era necesario. Desafortunadamente no me pude dar ese lujo pues, por razones que explicaré al final de este post.

No escuché nada, ni sospeche nada, pero al asomarme a la ventana mi sorpresa fue grande al ver la calle sin las banquetas visibles, cubiertas de agua hedionda, vecinos con botas de hule (sospecho que no es la primera vezque les sucede) y algunas así, al "pelo", llegando a sus hogares todos inundados, afortunadamente el nivel del agua no fue de más de 1 m como sucedió en otros sitios de la ciudad, pero si entró a las casas.

No quise salir con la esperanza de que bajara pronto el nivel del agua, pero hasta el momento sigo varado en este lugar y aproveché para escribir este post.

En definitiva el 2010 ha comenzado sin darme buena cara:
Primer semana de enero: por un descuido, tomé sidra de más y mis niveles de ácido úrico se elevaron dejándome inválido por tres días y con la presión encima del regreso de las vacaciones de fin de año. Mea Culpa.
Cuarta semana de enero: me lastimo los músculos lumbares, dejándome casi inmóvil por el dolor, por una semana entera. Me lo explico como un sobreesfuerzo de tres días seguidos.
Primer semana de febrero: Cuando tuve que regresar a trabajar después de la lesión de espalda, me dió una  gastroenteritis que por momentos el dolor me doblaba, esto fue el lunes y hoy jueves sucede todo esto.

Por lo expuesto anteriormente, no me podía dar el lujo de faltar más al trabajo y menos en esta época de crisis económica, donde el desempleo reina y la desesperación crece. Y menos si, como todos los jefes, cualquier queja o situación adversa puede ser tomada como pretexto para faltar a trabajar, aunque pueda jurar que todo esto me sucedió realmente y nunca fue mi intención ausentarme.

Finalmente doy gracias a Dios por ponerme en esta situación, aunque en muy buenas condiciones, solo así se valoran muchas cosas y las pend..tonteces que ve uno en la televisión, internet, etc, se ven en su verdadera magnitud.

Prometo mañana subirme a la azotea y ver si la inundación es tan grande como imagino o solo me estoy ahogando en mi charquito de agua puerca.