viernes, 29 de enero de 2010

No se me antoja el mundo

Debatiendo con un decano acerca de la edad física y la edad mental, yo le aseguraba que pasando los treinta años, la vida por delante era "de bajada" pues los achaques comenzaban a aflorar, él me contestó que todo era mental y que a mi edad debería estarme "comiendo el mundo". Y ciertamente la mente es poderosa, pero... ¿comerse el mundo?, quizá cuando el decano fue joven no se enfrentó a un mundo como el de hoy, donde la competencia es férrea y por lo menos en nuestro país, las influencias y recomendaciones siguen estando por arriba de las aptitudes. Era un mundo en el que las personas podían trabajar para vivir y el salario alcanzaba para mantener hasta dos familias.

El caso es que me quedé pensando en que yo nunca he querido "comerme el mundo"; tengo que confesar que me gustaría tener mi momento de fama, pero simplemente es un pensamiento banal; tengo la suerte de trabajar en lo que me agrada, me esfuerzo por hacer bien lo que me toca hacer y si me da tiempo gusto de trabajar los detalles y con eso me siento feliz, no siento la necesidad de andar por el mundo ambicionando riquezas, pisoteando gente, explotando trabajadores, engañando amigos y cosas así no'mas para ser el "Juan Camaney", dicen que quien ambiciona poco consigue poco, pero también dicen que no es mas rico el que mas tiene, sino el que menos necesita... y en una sociedad capitalista obviamente nos tratan de convencer de que la opulencia es la felicidad. Yo solo quiero vivir/morir lo más dignamente que pueda, desarrollarme interiormente y vivir siempre para ayudar/servir a los demás.

Llámenme conformista, aunque no me conformo, porque siempre busco hacer las cosas cada vez mejor. Llámenme mediocre, aunque todos lo séamos de una u otra manera, hace tiempo que le perdí el miedo a esa palabra, simplemente quiero sentirme satisfecho de mis obras y quiero sentirme tranquilo al saber que hice lo que debí hacer, cuando tuve oportunidad de hacerlo.

A mi edad debo estarme comiendo el mundo, pero la verdad, no se me antoja.

domingo, 17 de enero de 2010

Fui un videojugador adicto (parte 1)

Me convertí en videojugador por allá del año de 1984 cuando visité la casa de mi amigo de la escuela primaria: Roberto, ahi por la colonia Merced Balbuena, en la Ciudad de México, en esa ocasión ví como jugaba en su Intellivisión el cartucho de Burguer Time (sí, solo ví, porque éramos tantos que no pudimos jugar mucho, fuimos más espectadores que nada y la única vez que tomé el control perdí en menos de tres patadas), en ese entonces los juegos eran simples y regularmente para máximo dos jugadores, desde entonces me llamaron la atención los videojuegos. El hecho de ver un personaje animado manejado por mí (aunque fuera un cuadrito que se movía) me fascinó, independientemente de que nunca he sido un excelente videojugador, me gustó mucho este pasatiempo y me pasaba pidiéndole prestado a un compañero su reloj digital que traía integrado un juego de carreras de autos.

Pero me convertí en videojugador adicto cuando conocí el PONG y la COMMODORE 64 en casa de mi amigo Salvador allá por el año de 1985-1986, sí, mi cuate tenía ambos juegos y pasamos tardes enteras jugando. No quiero entrar demasiado en detalles pero recuerdo que para cargar un juego en la Commodore 64 era a través de un cassette con una cinta magnética que mientras cargaba no se podía ni por error tocar el teclado o todo el lento proceso se iba a la basura.

Posteriormente mi cuate se hizo de un Atari 2600, no de los primeros que salieron, sino de la versión moderna o estilizada. no recuerdo todos los juegos que tenía pero recuerdo que los que más jugábamos era el Enduro, Pac-man, y obviamente el Space Invaders. A partir de este momento comencé a presionar a mi madre para que me comprara uno, pero nuestra situación económica no era de lo mejor y no me fue posible tenerlo hasta que ocurrió un milagro para mí... mi tío Alberto en ese entonces ya era un joven "postpuberto" y cuando se enteró que yo quería una de esas consolas, nos ofreció vendernos la suya, pero al final de cuentas me la regaló, con una buena colección de cartuchos, al menos unos quince. Y a partir de entonces intercambiaba con Salvador los cartuchos y visitas recíprocas a nuestras respectivas casas, con objeto de pasar la terde jugando Atari (en esa época decir "Jugar Atari" era equivalente a jugar videojuegos, fueran de la marca que fueran, frase que posteriormente cambiaría por la de "Jugar Nintendo").

Así que mi primer consola se trató de un Atari 2600 de segunda mano, de modelo clásico por no decir antiguo y de ahi para adelante y como fue posible compramos algunos juegos, muchos de ellos buenísimos para su época y consola: para muestra un botón: Moon patrol, Jungle Hunt, Joust, etcétera. Y era feliz hasta que se me atravesó en mi camino un juego que en su momento fue un parteaguas en la historia de los videojuegos, se trataba de Super Mario Bros de la consola Nintendo Entertainment System, a raíz de ese suceso mi principal prioridad fue poseer un NES... pero como ya comenté, mi familia era de clase media... media jodida, porque me tardé demasiado tiempo en tener uno, pero esa... como decían por ahi... es otra historia.